Samuel (Chiche) Gelblung
La conversación apareció como consecuencia del aburrimiento que se produce en esas mesetas de las reuniones, cuando se ha pasado por la política, la actualidad general, la televisión, que viene siendo un tema ineludible, y ahí justamente se detiene el cisco sonador, para dar paso a una de mis afirmaciones, aclaro que la mayoría de esas afirmaciones son insostenibles, pero en este caso, como excepción, había argumento, declaro con la solemnidad que el tema merece: “Chiche Gelblung es el hombre publico mas elegante de la Argentina”. Todos, al unísono, se me abalanzaron con distinto tipo de rusticidades, poniendo ejemplos impresentables, y es que la gilada confunde elegancia con estar bien vestido, que son cosas completamente diferentes. Vestirse de gris o de azul (traje azul a las tres de la tarde, ¡¡Por Dios!!) es el concepto de elegancia burgués, novoburgués diría, para neologizarlo.
La elegancia burguesa es discreta por temor, es gris y chata, opaca; el burgués evita sobresalir, y es que siempre hay un punto en que se les nota lo advenedizo, toda burguesía es advenediza, no se permite la libertad de combinación de colores y ritmo que implica la elegancia verdadera, o lo que podríamos llamar, para seguir el juego de las clases, como elegancia aristocrática, esa que no teme llamar la atención.
La elegancia no es discreta, eso es confundir elegancia con sobriedad, a Gelblung le brotan de manera nueva y centelleante la conjunción de gamas, el toque singular ineludible y hasta las medias como scherzo, puedo no compartir, ni pretender para mi determinadas cosas (en el caso de Chiche tenemos diferencias insalvables con la abotonadura del saco) y es así, la elegancia no es masiva ni copiable. Existe una tendencia, un gusto general aceptado, y esta la intuición del que lleva con gracia y sencillez casi cualquier atuendo, que es más natural y fragante que la estandarización a cualquier pertenencia imperante, y no solo en la ropa, porque elegante se es en la vida.
Elegante es también ese amigo que siempre usa remeras (si, esas de cuello redondo) porque están puestas como se debe, originales, en proporción y en el talle adecuado, Georges Simenon decía que pocas cosas empeoran tanto el aspecto de un hombre en su plenitud como un traje estrecho.
Es que la elegancia es, al cabo, una lucha contra la sombra, el aburrimiento y la estupidez.
“Un caballero jamás se viste de marrón”
Jacinto Miquelarena