martes, mayo 24, 2005

Una Noche

Estaba disfrutando esa calma falsa que nos deja un amor que se va, las heridas eran recientes, pero estaba satisfecho con mi situación de aparente sosiego. No esperaba nada y, allí, es donde la esperanza reaparece, como un bien perdido hace mucho tiempo, fortuitamente encontrado detrás de un sillón recién acomodado.
La primera vez es la que cuenta: la primera vez que vi París, la primera vez que besé con pasión, la primera vez que tuve una hija, la primera vez que la vi.
Estaba allí parada, toda de blanco, como la coca, lo que tenía de novia ya vestida, lo que tenía de última tentación y primera; muñeca de cobre, todo ojos y sonrisa, boca triste, mirada curiosa, estar lejano.
Fuimos presentados con total indiferencia. Estaba acompañada por un hombre, yo, de una mujer. Sin buscarlo, quizá queriéndolo, quedamos aparte del grupo. No hubo silencios, nos emborrachamos de palabras. Un reproche, cómo podía estar con una mujer que no me amaba. Y una cita, la excusa no sólo era banal, era mentirosa. Ella lo sabía, yo también.
Quisimos ir al cine para distraernos, después de todo, hasta podríamos ser amigos. Resuelta, tomó la delantera y, al bajar del auto, me besó, sin saber por qué.
Después de comprar las entradas descubrimos que faltaba más de una hora para que comience la función, en realidad la representación, estaba ya montada. En la esquina había un café. Esta vez nos emborrachamos de palabras, cervezas y miradas. Era el momento más esperado por cualquiera, la vanidad me tomó por asalto: la certeza unánime de saberse deseado. Fue imposible no tomar su boca. Al salir del bar, nos fundimos sobre la reja de un negocio cerrado.
Entramos al cine con la intención de enfriarnos, vacilamos, no estaba bien lo que hacíamos, simulacro inútil. A mitad de función salimos. Nos rendimos ante la pasión. El sabor sublime de lo prohibido. Nos entregamos. Fui de ella, y su cuerpo mío. Todavía recuerdo y siento su piel experta. Pasó la noche, también la madrugada. Antes del alba nos despedimos. Lloró, ella sabía que no nos veríamos nunca más; yo, empecé a comprenderlo. Nos besamos como lo que era, la última vez, la primera vez, la que vale.
Al cabo, todo es presente, se da cita el pasado en la experiencia, y el futuro, en el anhelo, en el deseo, pero todo es el tierno, áspero, esquivo, eterno presente.
Hay que cuidarse de no hacer de nada una tradición, la menor reincidencia rompería el encanto. Instante e instinto irrepetibles. El placer único de la pasión. El dolor único del adiós. La esperanza única de un mañana.
Es muy serio un amor de una noche.

“El éxtasis de la vida, el horror de la vida"
Baudelaire

Salut!!

1 Comments:

At 5:32 a. m., Blogger Paralelo 49 said...

Este texto no acabo de entenderlo.

Estoy pensándolo.

 

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