martes, mayo 17, 2005

Melodia de un Recuerdo

Siempre me gustó pensar que los automóviles franceses tienen las luces de colores, para que reflejen en el empedrado, son necesarios, claro, cierta bruma, cierto ambiente nostalgioso.
Esa nostalgia que provocan las despedidas, la nostalgia por adelantado, nunca sabremos si volveremos a un lugar, y, en todo caso, nunca volvemos al mismo lugar. También espero no ser yo el mismo. No es la primera vez que me voy. Como decía Troilo, siempre estoy llegando. Uno es un sobreviviente.
Es de noche, y me lleva en su auto la editora de la revista para la cual he trabajado el último año; luminosos parpadeos en la calle, coloridos de verde descolocado, azul permanente, amarillo absorto, rojo fundamental. Es un tiempo sin apuros.
Maneja como si el automóvil fuera un invento reciente, y ella un pionero en su utilización.
Sus “ compañeros” me contaron que le habían retirado la licencia de conducir, luego de una serie de sensacionales infracciones a las normas de transito.
Mirándola detenidamente, no es una fea mujer.
En una circunstancia parecida, hace ya más de 25 años, me iba de Madrid, no era una editora de revistas quien me conducía, era una amiga presentadora de televisión. Me iba de la ciudad amada. De una ciudad que ya no es. Hoy es diferente, tengo ganas de estar en mi casa nuevamente, no la he pasado nada mal, pero con los años uno empieza a valorar la idea de hogar.
No tener a donde ir, no es que nadie nos espere, es no tener donde volver.
La noche, siempre preferí la noche, desde que tengo uso de memoria, ha sido el momento que yo elijo para todo, meditar, trabajar, escribir, estudiar, salir, encontrarme con otros, y también conmigo mismo. Curiosamente elijo también la noche para las despedidas.
La noche es piadosa, borra las arrugas, transforma en sutiles hasta los más bruscos rasgos, es un momento sin estridencias.
La noche tarde, muy tarde. Abelardo Castillo decía que la más grande muestra de amor que un hombre puede darle a una mujer es verla dormir, mirar a la mujer mientras esta durmiendo. Ese hombre esta verdaderamente enamorado. Mi mayor acto de amor a la ciudad es verla ahora, cuando duerme.
Mirando hacia el cielo veo una luz lejana en un departamento¿ qué ocurrirá allí?.
La paz de la noche pública, puede contrastar con la violencia de la noche privada, o tal vez sea un estudiante fatigando las horas, o simplemente alguna pasión desvergonzada.
Es curioso me estoy yendo de París en el 2005, y no puedo evitar el Madrid de hace mas de 25 años, el olor, el ambiente, mis ganas, hacen que sienta algo de otra atmósfera (aquella), no sé que es, pero esta aquí. Debe ser la ausencia. El hombre esta hecho de ausencia. La ausencia esta hecha de personas ausentes, que no están aquí, por haberse ido, y otras, por no haber llegado aún.
De París tengo un recuerdo juvenil de bohemia, todavía no esta teñido por la necesaria pátina de nostalgia. Maner me decía hace unos años:”En Madrid a todos nos ha ocurrido algo importante”. París se ha convertido en una maqueta de sí misma, ya nadie vive en París, es un escaparate para los turistas. Lo mismo está por ocurrir en Barcelona, y ya ocurre en Venecia.
Muchos, como yo, seguramente añoran el Madrid de antaño, aquel Madrid no europeo aún, el Madrid en el que se almorzaba de 1 a 6, aquel en el que los días eran de por lo menos 48 horas. Madrid eran los recuerdos de Manolete en Chicote ( según Buñuel, el único lugar decente para tomar el dry martini), Azorín en su casa sombría, escribiendo al alba, los locos del Gijón, los estudiantes contra Franco, los artículos de Ruano, las violencias de Cela, los grandes espectáculos, esa gimnasia continua y cruenta entre el Poder y la Libertad. Madrid era Madrid.Madrid era la ciudad de los políticos y las flamencas, de los poetas y las putas. A mí me parecía que en Madrid no se hacía otra cosa que escribir artículos y cantar flamenco. Allí era muy fácil ser feliz.
Uno pretende, en vano, que no prevalezcan las insidias del tiempo. Silencio y olvido son las armas del tiempo.
Parece que todas las despedidas son iguales; los franceses, que tienen frases para casi todo, dicen que partir es morir un poco. Morir es partir un montón.
Venir aquí fue una excusa para ver a mi hija y tener algún euro en el bolsillo. Lo único que he logrado es poner por escrito mis desarreglos, la menos mala de las terapias.
En España se diría que llevo mas kilómetros que el baúl de la Piquer, pero siempre vuelvo. ¿Por qué siempre vuelvo?.
Mi ciudad es acogedora, contenedora, impulsora, continente y contenido, mágica, así es Buenos Aires; Es mi lugar emocional. Tengo los olores, los colores y la gracia de un porteño. Extraño los ojos de fuelle de Buenos Aires; a mis amigos, pero sólo a aquellos que se ríen cuando lloro. Los porteños somos nostálgicos profesionales. Mi metáfora del mundo es Buenos Aires.
Me estoy yendo. ¿ Quién abandona a quien?.
Llegamos al aeropuerto. No era tan fácil como había creído. La besé sin fundamento. Necesitaba despedirme de tantas cosas, demasiadas para una sola noche y una sola persona. Fuiste alguien alguna vez, fuimos algo una vez, y con eso nos basta. Defiende tu vida con uñas y dientes, que vida no hay más que una. Diciembre esta en tus ojos con claror de bahía. Yo, estrella retirada, te comprendo por fin.
La noche es el momento que yo elijo, azul, como una ojera de mujer.

“Sólo resta cerrar la puerta, empuñar el equipaje magro, y decir adiós con el grado exacto de nostalgia en la mirada, aunque no haya lugar donde fundar la casa nuevamente”
Cristina Piña

Salut!!!