Catalanes
Lo dijo una vez don Miguel de Unamuno y la frase quedó ahí. Es una frase arbitraria e improvisada como tantas de Don Miguel: «A los catalanes les pierde la estética». Queda tan gratuito como decir que a los vascos les pierde la pelota vasca o que a los salmantinos les pierde el plateresco. Habiendo vivido recientemente, y como espectador, el día de La Rosa y el Libro en Barcelona, es decir, San Jorge, queda uno bañado en azules intelectuales del Mediterráneo, en el impresionismo ilustrado y vivo de las Ramblas, en el clima del catalán hablado, y comprendo que todo eso era lo que le molestaba a Unamuno, lo que él rechazaba. Había optado por la Castilla terruñera y le parecía pecado mortal esa educada orgía de europeísmo que recibe al forastero en Barcelona el día de la Rosa y cualquier otro día.
Para los de castilla quizá no existía el verano, que era cosa de San Sebastián, Alfonso XIII, el Blanco y Negro y otros cosmopolitismos de la Europa pecadora.En Castilla todo es conflicto entre el hombre y el tiempo. En Cataluña todo es armonía entre el tiempo y el hombre. En estos días nos ha rozado el ala de lo catalán y piensa uno que es la fecha de devolverle su desdichada frase casi un exabrupto al maestro salmantino. Para un castellano, aunque sea de adopción, esta manera mediterránea y cosmopolita de vivir tiene, en sí, algo de pecado mortal, porque nos han educado en la disciplina de que lo intelectual ha de ser árido y lo espiritual ha de ser místico. La tradición y la invención, el orden y la aventura, la atracción y la pasión, arte y naturaleza, espiritualidad y sensualidad han de estar escindidos por designio.
La idiosincrasia de los catalanes es pactista, el espíritu mercader del mediterráneo puente; los castellanos son intransigentes, tienen un dejo de derecho propio a la verdad, claro, de allí son los reyes, y los otros, creyéndose anti, están orgullosos de su Generalitat, una institución monárquica medieval.
Pero el paisaje catalán es un paisaje por donde se ve que ha pasado Maragall, y ya sé que Fray Luis fue mayor, y que ha paseado José Plá, y todo lo que de él quieran decir. Vivir esto como mera estética supone no haber entendido nada, no haber pulsado nunca las arpas interiores de la propia sensibilidad y seguir en la convicción ardua, tan española, de que el esnobismo es una perversión venial, cuando suele ser una manera adelantada de vivir y de anticipar sensaciones. Cataluña ha vivido y vive en el presente azul del mar mientras Castilla vive una eternidad que no es sino la resonancia hueca de lo medieval.
Por esto, por todo esto, España no puede perderle los pasos a Cataluña, aunque se los pierda a Unamuno. Tan contradictorio como sólo Unamuno puede serlo, siempre hay una cita para todo, a favor y en contra, como diría el mismo “que inventen ellos”. Cataluña es cósmica en Joan Miró, es sonámbula en Salvador Dalí, siempre durmiendo a la sombra del mar, como el perro famoso, y Cataluña es frívola en Anglada Camarasa, que ya hubiera provocado un vómito de castellanía agreste en el citado Unamuno. Plá es el cazurro universal de lo catalán, mientras que el resto de los cazurros no pasan de su pueblo.
José Antonio Primo de Rivera decía aquello de “ España, unidad de destino en lo universal” hoy a la frase habría que cambiarle lo universal por europeo.
Salut!!
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