me escuche diciendo...
Yo estoy intolerante, pero hay mucho boludo suelto...
Es un cuaderno de apuntes que nos llega desde el fondo de las buhardillas esenciales del autor. La mayoría son notas confesionales, que barruntan entre el patetismo y la frivolidad, surgidas de donde surgen las cosas buenas que son los libros, el amor: la vida; otras reflejan su mirada, su ángulo, sobre temas banales o no, poniendo y proponiendo su perspectiva. Instantáneas de la realidad emocional y encuentros con el pasado en el recuerdo.
Hace un par de temporadas 10.000 viejos se morían en Francia producto de una canícula, monsieur Raffarin, muy oportunamente, nos anticipo que mas de la mitad en realidad eran victimas de la “solitude”.
Hoy, otro calor en otoño es el que hace estallar y arder automóviles por doquier, y curiosamente, aunque no haya un Raffarin para decírnoslo, mucho tiene que ver la “solitude”.
Pero no sólo la personal y sentida, sino la social, esa soledad que no permite mirar hacia adelante, la soledad de sentir que no se pertenece, la soledad de no tener tiempo de cambiar de camisa, la soledad de la multitud, la soledad de estar solo, la soledad de la soledad.
Quiza Francia sea un país con demasiadas individualidades, entonces alarma la falta aparente de articulación , no hay con quien negociar, no están pidiendo nada especifico, pero el malestar existe y esta allí, se manifiesta en la pira sagrada de un Peugeot o de un Renault, justificando a Sarkozy a pedir que se expulse a la “escoria” del país, modo conocido de apagar fuego con gasolina ( y nunca mejor utilizada la expresión).
La soledad es un artilugio indescifrable. Nunca nos hemos atrevido a ir al fondo de la soledad, se avergonzaba Bernanos.
El país epitome de la fraternidad pasa hoy por una hora oscura, totalmente iluminada por el fuego, pero no el de la razón, sino el terrible de la ignorancia, el resentimiento y la exclusión.
Paris arde por las noches, la ciudad luz se ilumina con el resplandor de miles de coches encendidos, a la distancia no es comprensible, posiblemente el automóvil sea ese primer paso a la burguesía, un primer escalón motorizado que aleja del suburbio, que concibe libertad, quizá eso, para los marginados, sea intolerable.