Heliomaquia
Uno evoca temporadas mejores, cuando todo era mas claro, cayendo el sol vertical, como los libros de la biblioteca, esclareciendo, desclavando la escafandra cúprica, llenando de vida la muerte.
Esto, que los incrédulos siguen llamando mundo, nos pone en lugares sorprendentes, no solo por inesperados, por recónditos, la tentación de convertir lo común en extraordinario, en nuestra aventura vital, cruzamos puertas y ventanas que no nos conciernen, asomamos a mundos, vislumbramos sentires, escuchamos palabras, generamos situaciones, entramos y salimos, creyéndonos colmados e indemnes, que de alguna manera misteriosa y resobada, es más lírico.
El universo se rige siempre por la persistencia, nunca por la inteligencia. No tiene otra ley que la persistencia, por eso es tan difícil generar el transito, cualquier transito.
Hay varias reencarnaciones en la vida, se llaman cambio.
La transformación resulta fácil. Se descarta lo antiguo y se admite lo nuevo. ¿A quién engaña este cielo azul, este mediodía con risas?
No arriaba el verano sus banderas ni clausuraba el sol sus gineceos, entonces, salvado en el espacio, un sábado se vacía como un mar desahuciado, ojos de susto quieto, respiración oxidada.
El calor que invita, la razón se niega, la duda, compañera seminal y esa inesperada providencia de la decisión tomada. Creo que fue Nietzsche quien lo dijo: «Destino es carácter».
Pude ser mejor que yo mismo. Pude hacer lo que es debido. No hay que temer al dolor que llega levantándose como baluarte adventicio.
Una violencia cortés evita los colores del camuflaje, con todas esas ramas morosas, esa frondosidad que enturbia.
Ha sido un apagarse de luz en la luz.
Ocurre que las sombras duelen, que la sombra nos duele.
Aún arden hogueras como luminarias de un cielo de febrero, que nadie se atreva a tocar la integridad del sentimiento. Náufrago entre lirios.
Ahora, más vencido yo hacia la sombra, descubro que hace falta más clariver para desertar que para permanecer. Sea esto lo que fuere.
El amanecer es promesa de inauguración, el alba es siempre contingente, hoy ya sé que el tiempo nunca se pierde.
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