Pródiga
Resonancia que como, y en un tatuaje, se queda traspasando espacio en la piel del relámpago, gradual en la escondida manga de la furtiva polera negra, la misma que tantas veces con el envión de la mirada fue ansia pura, transparente, crecedera y perdida. Ella ha vuelto. No lo sabe. Aún no ríe.