domingo, diciembre 04, 2005

Decadencia

Con la muerte de Winston Churchill se selló para siempre la Era Victoriana. Ese fue el ultimo funeral del estado Imperial. Para ese momento la mayoría de los estados de ultramar estaban ya devueltos a los naturales, o estaban por serlo.

Con la película “Abbott y Costello conocen a Frankenstein” se terminan las películas de terror, sólo el genio imaginario de Roger Corman, a veces nos devuelve ese viejo encanto de monstruos terroríficos, pero a la vez con algo de mirada patética y costado vulnerable . Allí, en esa película, los monstruos dejan de dar miedo para convertirse en algo de risa. Acecha miserable toda decadencia eso de convertirse en objeto de burla. Un peligro raro que se teme en la decadencia personal y sentida. Que se transforme en algo de risa. Como la otra noche, que salía un noble o grande de España o algo, por televisión, haciendo como que se limpiaba los labios con un pañuelo impecable, cuando en realidad se sujetaba la dentadura propicia a marcharse.

Algo tienen las decadencias que encantan, de un modo extraño asistimos a ellas sin explicarnos cual es la atracción. La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser, dice el tango, y muy a propósito el tango para hablar de las decadencias.

Ese aire melancólico del tango, que es macho, que es nocturno, muchas veces esta borracho, y otras, muy pocas, llora.

Es curioso que tenga ganas de escribir sobre la decadencia, será que uno ya empieza a transitar a cierta velocidad crucero, sin mayores sobresaltos, ya no se corre como antes, ya no se sufre como antes, quizá ya no se ame como antes.

Quizá debemos aspirar simplemente , a mantener un mínimo de garbo, no más. Cierta elegancia y algo de originalidad, como un modelo Citröen.

Viejo y elegante, como mi auto. Como uno.