martes, noviembre 17, 2009

Sabina/Gonzalez

Por desorientación de algún empelado de una discográfica, llegó a mis manos el ultimo disco de Joaquín Sabina; que si, que se repite mucho, que es mas o menos lo mismo, pero todavía nos gusta Sabina. En el cd, de una edición lujosísima, con librito y todo, me encuentro con un homenaje a Ángel González.
Sabrán quienes me conocen que no soy del palo de la poesía, pero me gustó, hoy solamente, publicar uno de ese tipo tan dandi y tan poeta.

El futuro

Pero el futuro es diferente
al porvenir que se adivina lejos,
terreno mágico, dilatada esfera
que el largo brazo del deseo roza,
bola brillante que los ojos sueñan,
compartida estancia
de la esperanza y de la decepción, oscura
patria
de la ilusión y el llanto
que los astros predicen
y el corazón espera
y siempre, siempre, siempre está distante.

Pero el futuro es otra cosa, pienso:
tiempo de verbo en marcha, acción, combate,
movimiento buscado hacia la vida,
quilla de barco que golpea el agua
y se esfuerza en abrir entre las olas
la brecha exacta que el timón ordena.

En esa línea estoy, en esa honda
trayectoria de lucha y agonía,
contenido en el túnel o trinchera
que con mis manos abro, cierro, o dejo,
obedeciendo al corazón, que manda,
empuja, determina, exige, busca.

¡Futuro mío...!Corazón lejano
que lo dictaste ayer:
no te avergüences.
Hoy es el resultado de tu sangre,
dolor que reconozco, luz que admito,
sufrimiento que asumo,
amor que intento.

Pero nada es aún definitivo.
Mañana he decidido ir adelante,
y avanzaré,
mañana me dispongo a estar contento,
mañana te amaré, mañana
y tarde,
mañana no será lo que Dios quiera.
Mañana gris, o luminosa, o fría,
que unas manos modelan en el viento,
que unos puños dibujan en el aire.


Del libro“Sin esperanza, con convencimiento” (1961)

miércoles, noviembre 11, 2009

Olvido

Incipit vita nova, sí, entendemos que todas son Beatrice, a todas las vemos en un puente entre el ahora y el ahora, en cualquiera, y creemos, sabemos, ver la presencia elemental. Los latinos ya nos lo dijeron, inventar y descubrir son la misma cosa.
Las ciencias sutiles, enramadas del ser; el cauterio fatigoso del psicoanálisis; la negación misma, pura por insistencia, no logran disolver en la luz a aquellas reinas de ajedrez negro, adivinas del ver, seguras y perfumadas, de amaranto casi gules, nunca de carne; porque no son de carne, son de fuego, de agua, de sueño, mera forma amada en la memoria. Todo lo claro y el cisne, mas que la ceniza.
Simenon dejó la frase tutelar, y uno la ha repetido mucho: “toda familia esconde un cadáver en el armario”, todos tenemos ese fiambre en el ropero, prefiero desviar la vista hacia otras habitaciones; fobias y fetiches de quien, se dijo, perdió por la carne.
Unos historiadores apuntan que la civilización principia cuando en el neolítico o por ahí, se empieza a enterrar a los muertos. Ciertas supersticiones continúan inamovibles, acaso como ese viejo problema, sin solución, ni enmiendo.
Hay territorios en los que no es conveniente negociar, simplemente uno se desentiende, un beau geste, milagro modesto de la ausencia.
Todas las muchachas hicieron poesía, menos las poetisas. Fue Baudelaire quien lo dijo: “malas musas bestiales y profundas que dieron de beber agua de sueño a los grandes desvencijados”.
Reconociendo el acíbar en la alegría triste de no ser, en el estampado feliz y falso del vestido faldicorto, aludo a una, jirón de miseria con drapeados de ignorancia y autoestima, esa mendicidad de las mujeres que aun se creen guapas, y aun creen sus historias, o aquella otra, feliz sin armonía, que tenia un alma que se mordía las uñas, la de las curiosas manías gastronómicas, bayadera de algún almuerzo improvisado en un pequeño restaurante al que nunca volví.
De nada sirve culpar a la vida impulsiva, con suave naturalidad se pasa del enamoramiento cándido al crimen, final incomprensible, es que no por mucho matar se salva uno de morir.
Una vida bien usada hace que sea mas fácil aceptar que el barco zarpó, solo quedan las palabras, fragmentos destrozados del énfasis.
Secando lagrimas con las manos, ni pañuelo ni cosa alguna, solo han posado un momento en la mejilla abrasada, porque el llanto abrasa, y eso lo sabemos quienes todavía, a veces, conseguimos llorar de verdad.
¿Que se pierde cuando un amor se olvida?


“Siempre hay algo ridículo en las emociones de las personas que se ha dejado de querer.”
Oscar Wilde