miércoles, julio 19, 2006

Aparición

Las apariciones son ese fulgor de luz que ciega una vez, e ilumina para toda la vida. Son ese momento en el que algo, un gesto nuevo en un rostro conocido, un sonido distinto en el estrépito de la ciudad, el acertar el sendero correcto en un viaje, o como esa miopía de siempre es mirada sugerente nueva.

Es ese instante en el que el mundo se detiene y pasa algo cósmico; nada ya es como era antes, inadvertidamente las perlas naturales son joyas de oriente, distraídamente el bien es mal. Relámpago sideral que modifica, o cuanto menos, revela punzante una circunstancia que no podremos negar.

Un segundo antes esta a punto de descerrajarse un tiro en el paladar y, súbitamente un saludo en la esquina, un aroma especial y el sol ilumina, el aire es pájaro y el universo todo conspira para la concordia.

Sin pensarlo nos buscamos; en las apariciones nos descubrimos. Hablamos las mismas palabras, pero el idioma es nuevo. Catalítica reacción de un mundo otro, diferente, coral, diáfano.

Al descorchar y servir la copa, la primera copa, de repente advierte, en el vino de siempre, que el aroma es otro, uno inusitado. De aquella persona que era nuestro sino y es ahora apenas una sombra hostil. Presencias de instantes, ausencias de segundos. Dolor recóndito, claror resonante. Es ese momento misterioso en el que uno ve en lo que mira, momentos de lucidez pasmosa.

La mayoría de las apariciones de mi vida, las portentosas, han sido mujeres.

martes, julio 11, 2006

Maharaní

Busca ser la Maharaní de un principado inexistente en un imperio que no está. Quedan acaso algunos jardines, viejos edificios, palacios coleccionables, escuelas militares, algunas piedras preciosas a buen resguardo, pero del antiguo esplendor, de aquel magnífico lujo, solo buenos recuerdos.

Ella con su piel nueva, toda de cobre, desempolva los rancios turbantes sin condición. Ella, con sus térreos ojos antiguos, todo lo quiere. Ella, que todo lo puede, es el puente entre el pasado y el futuro, ella es presente milenario.

Hagamos que los modernos elefantes nos lleven por otros caminos, vayamos a París a festejar, recorramos continentes en un paquebote, crucemos los alcantarillas de la china, persigamos ballenas claras, que una verde esmeralda ilumine con su fulgor la noche oscura en tu frente.

Allanemos el camino de un lado al otro del sentir, bebamos el vino de la victoria, bañémonos en aguas de luna, sequémonos de cara al eternamente sol.

Quizá, si la memoria es amiga, pueda regalarte la gema esa, esa que tanto necesitas y, si no, habrá sido un intento, celeste, aluvional, divino.

jueves, julio 06, 2006

La Dolce Vita

Todos los hombres, al menos una vez, hemos deseado tener cualidades de ciertos actores frente a algunas mujeres que nos cruzan en la vida; la presencia ornamental de Roger Moore, la refinada irradiación de David Niven, la cautivadora presencia de Cary Grant, la alucinación aventurera de Errol Flynn, el poder de la mirada en Vincent Price, la despreocupación por las mujeres de Humphrey Bogart , el sastre de Hugh Grant, la envoltura de Johnny Depp.

Los más grasas querrán ser Sean Connery o Russell Crowe.

Pero cuando aparece esa mujer, esa única mujer, la diosa sueca, todos, los que valemos la pena, convenimos en ser Marcello, y de apellido Mastroianni.