lunes, septiembre 26, 2005

Viajar es forzar un cambio

Viajar, para muchos de nosotros se ha convertido en un verdadero acto masoquista. Sea cual fuere el destino que uno haya elegido, desde Basilea a Kuala Lumpur, San Petersburgo o Chicago, Tocopilla o Viena, Edimburgo o Kyoto; no hay manera de viajar con comodidad, no me refiero a lujos asiáticos, simplemente transformar el acto del desplazamiento en una situación mínimamente confortable.

El viaje es, el camino mas largo entre dos puntos, se trata de disfrutar enteramente el transcurso, el viaje comienza en el momento en que se decide, y no termina jamás, es irrevocable. Se viaja tres veces, la emoción, la inquietud, la incertidumbre de los preparativos; el viaje en sí; y luego al contarlo y el contárselo, la evocación del viaje.

El lujo es el espacio, algo que hace un tiempo (digamos los últimos treinta años) ya no existe; fue suprimido el lujo, fue abolido el espacio. Se ha perdido, de manera irrecuperable la escala humana en el diseño, desde una tenedor hasta un ascensor, para verificarlo no hace falta mas que intentar viajar en posición fetal exponiéndose a trombosis varias en la clase turista (ahora económica, ah!) de cualquier compañía de aviación – viaje desde Moscú a Montevideo, sin escalas, en esas filas enormes de asientos, con 5 rusos a diestra y 4 a siniestra- o incluso (me sigue sonando feo eso de económica ¿no?), desafío a cualquier persona, que supere el 1,20 m de estatura, que intente viajar más de 200kms. en la parte trasera de un automóvil, cualesquiera sean su marca y modelo, cualesquiera sea su precio, desde los € 7.000. - hasta los € 70.000. Notará que lo más probable es que termine con las rodillas tatuadas en el mentón y teniendo que abonar 25 Hs. (repartidas en 4 semanales) a un quiropráctico experimentado, para poder pararse derecho el resto de su vida. Ya no se sube a un auto, se baja al auto, los autos no están pensados para los pasajeros, sino para el conductor, al revés de la lógica (tres contra uno, no hablo de clases)

Es que en cuestiones de viajes no hay dónde gastar el dinero como antes, todo se ha convertido en utilitario, quizá sea el tiempo, que ahora falta; pero hasta los cruceros, incluso los más caros, se han convertido en un cúmulo de vulgaridades, en verdaderas sucursales flotantes del Club Med; con una figura omnipresente que me horroriza y llena de espanto: los coordinadores, gente que se cree en la obligación de divertir, o entretener a los pasajeros. Los días que logran controlarse en su exceso llegan, nada más, que al límite de la exasperación de cualquier persona.

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Todo viaje es, y debe ser, un atrevimiento, en el viaje siempre hay una revelación, el viajero se refleja en el espejo de un paisaje. Viajando se trasluce lo que de uno hay en cada lugar. Viajando se llega a conocer a la gente de un modo diferente al que habitualmente se hace. Viajando llega uno a conocerse.

Viajar es, un acto privado, no concibo a la gente que viaja en grupo, no estoy proponiendo el transformarse en un elemento antisocial, pero como todo acto privado, en la vida, elevo el número de integrantes a dos (bueno tres, si todos están de acuerdo) personas para compartirlo. Siempre es recomendable tener a quien comentar lo que uno ve y siente, pero también puede escribir un diario de viaje. Nadie pretenderá que escriba el “Viaje a la Alcarria” de Camilo José Cela, pero seguramente será mejor que esos catálogos auspiciados, indefinidamente aburridos, como los catálogos de los que fueron copiados.

Cuando digo grupos, me refiero a esos rebaños de turistas japoneses - o de la nacionalidad que fueran- desplazándose muy juntos en unas combis vidriadas, con cámaras fotográficas varias y un sinnúmero de filmadoras, que recorren Europa en siete días y seis noches, pasando por catorce ciudades.

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El viajero y el turista se diferencian en el tiempo, el turista se apresura a volver a su casa, sabe que va a volver, en semanas, en días, en meses, pero sabe que vuelve, el viajero no, un viaje comporta el riesgo de no volver, el viajero, que no pertenece mas a un lugar que al siguiente, se desplaza sin apuro siguiendo el propio ritmo interno, averiguándolo.

Nunca se ha viajado menos que ahora, el viaje implica una apertura hacia lo desconocido, el desplazamiento no es sólo físico, es mental, el turista no tiene nada de esto, sabe con precisión helvética que va a ver, a que hora ha de verlo, donde va a dormir, donde va a comer, etc., casi no tiene sentido desplazarse, hoy se viaja por obligación mundana, por estar acorde con los tiempos.

Los viajes antes eran plenos y pausados (mucho me temo que la vida también), hoy son vacíos y frenéticamente veloces, a tal punto que el turista termina tan confundido, que esta convencido que nieva en Capri en julio, o creen que la pirámide de cristal del Centro Pompidou es de Miguel Ángel.

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Se ha perdido toda instancia romántica en los viajes, el África está ya por completo explorada, y, gracias a la tecnóloga, no hay puerto donde la amarradura resulte inquietante, casi no existe la tierra extrema; por favor, no intenten explicarme eso del turismo aventura. Para aventura intente esquivar a los desubicados de siempre, esos que alquilan un auto en Londres, cuando todavía no han aprendido a conducir por la derecha o aquellos que, pongamos por caso, Madrid, en verano, pongamos el 8 de agosto a las 11,35 a.m., gritan Ole!! por las calles ante la primera estupidez que ocurra, para caerles simpáticos a los naturales del lugar ( por cierto, nos resultará imposible encontrar por esas fechas a los naturales del lugar; quizá los que venden periódicos, quizá los que venden tabaco, quizá los que venden souvenirs, con unos toreros pintados muy majos, y unas majas pintadas muy toreros)de no ser por raras excepciones, se encontrará uno con ingleses, alemanes o familias enteras de lapones en busca del sol, de españoles nada.

A las interminables esperas en los aeropuertos, a descubrir que nuestras maletas están en Ciudad del Cabo, mientras nosotros en Río de Janeiro, a la fantástica (y tierna, por que no decirlo) posibilidad que nos dan las autoridades de jugar con perros antidrogas, hoy se suman los problemas de seguridad que se generaron después del 11 de septiembre del 2001; Los afganos pasaron de ser una raza de lebreles de lo más dócil y amigable, cuasi aristocrática, a ser demonios terroríficos. Tenemos que soportar ver como alguien con un “profile” medio árabe es humillado y vilipendiado a fin de descubrirle una bomba en el bolsillo del chaleco. Terroristas lombrosianos , así están las cosas.

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Viajar es un acto privado, escribía más arriba, y el turista, arribado ya a origen, no tiene derecho a incordiar a amigos, familiares, conocidos y demás deudos, con interminables álbumes fotográficos, o filmaciones eternas y horribles, que sólo interesan a quien las tomó, porque, generalmente, el paisaje (que puede ser estupendo) se ve interrumpido por las figuras de una (simpatiquísima, claro) familia, con caras de extenuados y sonrisas bobas, diciendo whisky.

Hay que conceder piedad a aquellos que están clavados como insectos a oficinas desoladas. Cuando llega el momento de las vacaciones no saben que hacer, pero no adonde viajar, sino que hacer durante el viaje, no tienen noción de cómo manejar su tiempo libre, no saben que hacer con el ocio, ni en su casa (sólo ven t.v.), ni estando de vacaciones, ni de ningún modo. Hace falta crear una cultura, personal y familiar, del tiempo libre, sino nos veremos expuestos en un futuro cercano a tener a los famosos “coordinadores” en el living mismo de nuestra casa, eligiendo las actividades y cambiando de canal el televisor.

Una última recomendación: cuando viaje no intente recorrer mucho en extensión, recorra mucho en profundidad; Sea viajero y no turista.

Cuando viajo lo primero que hago es poner en la maleta un sacacorchos, aquel que Ramón definió como “un pequeño ente de maña y fuerza”, dos pantalones, tres camisas, dos pares de zapatos y un smoking, soy de viajar liviano por la vida.

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El viaje en principio es, quizá mas que otras muchas cosas en la vida, de una potencialidad infinita, queremos llegar a lugares que parecen estar en el fin del mundo, no por los kilómetros que nos separan de ellos, sino por lo que tienen de fronteras íntimas. Por mi experiencia, y la de mis amigos tengo el convencimiento de que el verdadero viaje conlleva una pasión, de que viajamos, sobre todo, porque queremos ser otros, si no existe esa pasión lo mejor es quedarse en la casa

Volver es diferente, invariablemente implica un desencanto, siempre se vuelve perdiendo, el mismo desencanto de un domingo a la tarde, el mismo desencanto de ver a la mujer que amamos treinta años después, el mismo desencanto de la vida.

Salut!!


” Todo el mundo tiene un capricho, o incluso más de uno. Sin embargo, para muchas personas el único capricho posible es el dinero. Puesta a soñar, la gente sueña con billetes, pero dudo que llegado el caso de tenerlos supiera darles un destino auténticamente gozoso.”

Carmen Rigalt

“Viajeros que viajan para acabar que, perforando la tierra, el agua obtenida en cualquier territorio es igual”

Alberto Girri

“No se viaja para ir a ninguna parte, sino para ir.”

Robert louis Stevenson

viernes, septiembre 09, 2005

C M

Muere lo apenas nacido gran señor,
Fugaz llega y se fue, recóndito e inalcanzable
Rumbo equivocado, alejándose, apartándolos.
La esperanza se transforma en espera,
Y esa espera en desesperación. La intemperie.
Cómo explicar la angustia, la impotencia.
Cómo, si apenas lo viste, breve, precario.
Ahora importa ser hombre, gran señor. Aún entre los escombros.
Ahora toca, una vez mas, construir, tu buen oficio.
Ahora la disposición y el mandato de convertir
Otra vez, a esa mujer en la gran dama que es, ineludible.
Ahora ya sabe que la puerta da a la nada. Tiraniza más no saberse.
Se sufre por la sangre frustrada, el odio abisal transita las venas.
De nada sirve preguntar, nunca hubo respuestas.
A la distancia, porque cerca no puedo, no debo estar,
Se lo ve comprensivo, tolerante, templado y terrenal, conteniendo,
No se golpea el pecho con las manos, no gime, ni los ojos se le nublan,
El dolor sordo no lo deja ver, está tan triste que no llora. No sostenga,
No confunda la piedra con el mar, el dolor con la llaga secreta.
Pase como nube, otra escribe sus trazos por el cielo.

Llénese de gloria y vanidad. Descienda hasta el mismo averno,
Llore en viejas iglesias, beba hasta emborracharse,
Maldiga a los santos del cielo, piérdase si es necesario.
La vida, que es verbo intransitivo, engendra invariablemente.

Que no se derrumbe la casa, constructor.
Destruya, demuela, derribe, fragüe fundamentos,
Que la nueva fortaleza no se mire en esos ojos ya lejanos
Suba a las altas soledades, queme el acunado nido.
Convídele crepúsculo a las viejas luminiscencias partidas,
Clarores de bahía, veranos de agosto ubérrimo,salpicando el pleno invierno.

Lo enternece el azul de una noche tranquila, sea lirio malva.
Funde otra vez el nuevo hogar, proyecte alianzas.
Repose, plante un ciprés, huela más flores, toque la tierra.

Estamos hechos de ausencias. Unos se fueron, otros no llegan aún.
Usted y yo, señor, bien sabemos que aunque, aparentemente,
Nunca estuvo, apenas lo tocaste, y siempre estará, siempre