jueves, junio 30, 2005

Faberge

Esta humanidad semoviente ha perdido mucho de elegancia.

El nombre de P. Carl Fabergé (1846-1920) hace referencia a una elegancia esencial y el supremo lujo de lo tan bello como inútil. Él fue el materializador del delirio ornamental del zarismo.

Diademas, cigarreras, brazaletes, relojes, collares, barómetros, perfumeras, pendentifs, anillos, una conflagración de lo muy especialmente valuado.

Los huevos Fabergé son de otro lugar y de otro tiempo, donde eran valores lo distinguido, lo refinado, lo elegante, lo delicado, lo selecto, lo notable; hoy, todo es pretencioso, basto, vulgar, ordinario. cincuenta y seis únicos ejemplares en el universo de la exquisitez. Realizados en metales preciosos, con decoración de esmalte y piedras, cada uno de ellos es un prodigio de buen gusto e ingeniosidad. Aves del paraíso.

Este es un momento en la historia en que, como pocos, tenemos el dinero, ¿por qué no está la capacidad, el talento?, Si, se me dirá que los tiempos cambian, pero la necesidad del lujo se perpetúa bajo distintas formas, desde siempre.

¿Dónde están ocultas ahora esas formas?

En octubre de 1917, nació el final de una época.

Salut !!

viernes, junio 24, 2005

Drogas

Cuando me ocupo de este tema, me tratan como si planteara la despenalización del canibalismo, siento que me persigue un grupo de aldeanos, pretendidamente globales, con horquillas, picas, palos y antorchas, todos con una vocación descomunal de gendarmes.
El uso de drogas y sustancias han existido junto con la humanidad. La humanidad se ha drogado siempre, la imaginación del hombre, ese cáncer luminoso, pide más vida a la vida, pide otra realidad a la muerte.
No es un fenómeno nuevo, ha existido y existe en todas las culturas. Fueron los hongos chamánicos, fueron los nobilísimos tomadores de rapé, los victorianos fumadores del opio oriental; hace mucho fue el tabaco indiano, ahogando con volutas de humo azul, confiriendo la seducción de Bogart; también el alcohol, aquella cerveza irlandesa, chica rubia con permanente de espuma, de consumo democráticamente irrestricto, autopista al deterioro; la cocaína nacarada, de un esnife, proletarizando la genialidad, matando con alguna belleza, entre lo blanco y lo rojo; el éxtasis diseñado, dotando de capacidades amatorias, entre el patetismo, la deshidratación y el infarto masivo.
Ilusiones de farmacia.
Democratización de la genialidad, abaratamiento de la locura, encarecimiento de la maldad.
Nadie puede creer que drogarse sea bueno, no puedo estar a favor de la “droga”, pero sí estoy a favor de la libertad, por vocación y convicción. Busco la libertad irrestricta, de pensamiento y acción, tan indemne cómo sólo la libertad real, positiva y efectiva, puede serlo.
La droga es de esas cosas aparentemente fáciles, pero que pueden destruir, que sin control destruyen. La ética es el manejo del exceso, los griegos decían que los gozadores son quienes mayor moderación deben tener, necesitan de la asistencia de la templanza, para evitar la autodestrucción; Todos vamos a morir, pero, ¿por qué hacerlo antes de tiempo?.
Pertenezco a una generación que ha perdido a muchos amigos por culpa de las sustancias. No quiero hablar de ese dolor, no quiero rozar la posibilidad de transformar esto en un golpe bajo o, lo que es peor en una asunto sentimental. Mi argumento en este tema es que aquel que abusa de lo que más le gusta, sólo se agrede, pero a quien quiera autodestruirse, no seré yo quien se lo impida, tampoco quiero que sea el estado, ni el propio, y mucho menos otro. Estoy en contra de las imposiciones, de las gabelas arbitrarias.
Cuando uno plantea la despenalización (la penalización implica un acto criminal punible) el principal problema pasa a ser, por ridículo que parezca: ¿Quién se lo explica a EEUU?. Occidente le ha delegado, por sujeción a la ley del más fuerte, todo el poder de policía.
La penalización aumenta los riesgos, también obliga a la utilización de medios de aplicación peligrosos. La inyección es producto de la restricción (durante las guerras llegó a inyectarse aspirina, por la escasez).
El siglo XX ha sido el de los grandes avances en la ciencia y la tecnología, una de las cosas que más ha avanzado es la química, prácticamente cualquier persona puede preparar las drogas de uso frecuente en su casa. Desconocer esto es negar una realidad imbatible.
Por que entonces nos empecinamos, o dejamos que nos empecinen, en gastar enormes presupuestos en combatirla.
Los grandes favorecidos con la ilegalidad de ciertas sustancias son los narcotraficantes, los que rehabilitan a los toxicómanos( tanto en el sistema público, como en el privado), los que combaten el narcotráfico, los que “dicen” combatir el narcotráfico, más un largo etcétera. La gente que vive del tema es mucha. En este momento en la ONU, hay no menos de mil personas que trabajan en este tema única y permanentemente.
Todo depende del concepto que se tenga de enfermedad. Remontándonos en la historia; el pharmacon griego era, según su concepción mágica de enfermedad, un sujeto al cual cuando había una epidemia en la ciudad, se le introducían los espíritus malignos y era sacrificado.
Si tomamos el concepto judeo-cristiano que se tenía en la edad media, veremos que el enfermo pagaba por los pecados de él, de sus padres, de sus abuelos, etc., ése es otro concepto; ahora bien, yo me inclino por referirnos a un proceso en el cual, puede haber una base biológica o no, pero existe un trastorno en las formas de resonancia del sujeto consigo mismo y con los otros, allí estaríamos hablando de enfermedad.
En las grandes epidemias medievales de las ciudades europeas, se conseguía atrapar a la enfermedad, a través del aislamiento. Lo que no se recuerda es que la famosas cuarentena se aplicó, no por ningún conocimiento científico o sanitario, sino que se refería a los 40 días que el señor pasó ayunando en el desierto. De manera que, a veces, los fundamentos de los procedimientos, que después, han sido biológicos, y de lo más microbianos posibles, resultaron en su origen ideológicos, religiosos e incluso, mágicos.
La palabra “droga”, es una palabra nueva en las lenguas neolatinas y el anglosajón, es una palabra del 1500 aprox. Y sirvió en Holanda, para calificar a las mercaderías provenientes de oriente que se habían echado a perder. Esto era la Droga. En algunos documentos de la castilla medieval, aparece con el mismo significado. De manera que el bien y el mal, estaban presentes, no en su sentido metafísico o simbólico, sino en el sentido de una sustancia que tenía una utilidad y no podía ser utilizada, para lo que presumiblemente era útil.
Lo toxico es el efecto adventicio de una sustancia que es introducida en el cuerpo. Puede ser una sustancia que es una droga o no. En realidad es todo una cuestión de dosis, de saber y poder diferenciar entre dosis activa y dosis letal, esto es aplicable a las drogas, a la fabada asturiana, a los huevos fritos o a la nuez moscada.
Nos guste o no, hay un tipo de sustancias que no son alimentos, que no son sustancias indispensables para la supervivencia del sujeto, ni de la especie, que en un determinado momento, y por alguna determinada razón se convierten en cuasi- imprescindibles para el sujeto. Esto tiene unas características que dependen de la estructura biológica de la sustancia, y de la estructura biológica de nuestras neuronas.
La sustancia existe y está ahí.
Tomemos por caso el alcohol, el principal problema con el uso del alcohol, no son las personas que tienen conflicto con el uso de bebidas, sino la multitud de personas usuarias sin conflicto aparente. Aquí esta el núcleo del problema, no está al final del proceso de toma de alcohol, y los problemas en relación con eso, sino en que una cantidad importante de personas son, aparentemente usuarios sin compromiso.
Esto debemos trasladarlo a todas las sustancias, hay una especie de maniqueísmo raro que anda dando vueltas, que cuando se trata de ciertas sustancias, el sujeto es automáticamente estigmatizado como adicto, y a veces tenemos que aceptar que muchos usuarios de sustancias supuestamente transgresoras de la ley, en realidad son tan usuarios normativos, como cualquier sujeto bebedor normativo (Usted, que cena con vino y se toma un Whisky de vez en vez).
Si admitimos que hay bebedores y fumadores normativos, tenemos, necesariamente, que admitir que hay tomadores de cocaína, de morfina, de anfetaminas, o de éxtasis que son, aparentemente, normativos.
Tengo que mencionar la estúpida y remanida cosa de la formación, de la educación, de la atención de los padres, educadores, etc., y no tengo ganas de escribir cosas que todos sabemos. No se guíen por esos cuatro desubicados, del mundo y de sí mismos, que la policía les cuenta que alguien se droga para robar, o por el joven hijo de vecina que se lo cruza usted a las 7 de la mañana llegando a su casa, con su rigidez y su desasosiego, con el hambre que da la noche, con el hambre que da la droga, con el hambre que da el hambre, intoxicado de ausencias, de deserciones; esto es incluso más que eso, es cuestión de defender algunas libertades que pueden no ser del todo simpáticas para nosotros, pero que principian por defender las más grandes, esas que luego se tornan imprescindibles para vivir, sobrio o drogado.

Salut!!

martes, junio 21, 2005

El Miedo Absoluto

El miedo absoluto, el absolutamente miedo, que en medio del ritmo universal me paraliza, me impidió por mucho tiempo volver a esta ciudad.
Memoria, exilio, viajes, ésa es la naturaleza humana, con la que siempre es costoso enfrentarse. Volver es una forma de llegar, otra vez, a buscarse en los lugares que fueron propios algún día. A pesar mío y después de ya no sé cuántos años, regresé a Madrid. Llegué en una mañana cálida de mayo. Madrid es Madrid, sin importar lo que pase.
Camino lento por Salamanca, el barrio de ese Marqués varias veces fundido, donde todavía giran las luces del último baile. Alguien, quizá yo mismo olvidó, o no quiso apagarlas.
Avenidas y calles, claro, como la Castellana, que mira a París; la Gran Vía que mira a Chicago; la ciudad que mira a Europa; la gente que es mirada por el mediterráneo.
Me instalé en el inveterado piso de la calle Princesa. Ciertos olores los recordaba distintos, otros no, había un aire de rara intimidad contaminado por una cotidianeidad ida.
La borra de la vida.
Me eché a andar por las calles, repetí viejos caminos, no pasan cosas de mayor trascendencia que un apacible relámpago que dura.
Cuántas veces estuve por aquí, con un rolls en la puerta y ni un duro para el último whisky.
Hay un eco, es Gustavo Adolfo, por los jardines del retiro.
En el cementerio de San Justo, rindiendo por anticipado los honores de octubre a Don Mariano José, que fue poeta sin escribir poesía, también está Ramón Gómez de la Serna, en fin, aquí está enterrada toda la literatura española. Habla Francisco Umbral, yo aporto el silencio, cómplice de debilidades y ensueños, buscando en el enjambre una simpática postura ante la Vida.
En Madrid, como en ninguna otra ciudad del mundo, todavía se fuma y todavía se bebe.
Rebusco entre los escombros de la decadencia, la personal y sentida, y la otra, la de un tiempo que no ha de volver. Quizá no haya que hacer luto por esa muerte. Ni por ninguna otra, sólo añoro algunas ausencias, estoy sin Adolfo Marsillach, para comentar las cosas en Oliver, tomando la última copa o el primer tranvía; sin Don Luis y sus drys martinis en Chicote, cantando yo un bolero y él un corrido o una ranchera a la Santa Madre Iglesia, por la calle de la amargura; me dicen que Umbral vive lejos del centro; Luis Alberto ya no es secretario de estado; Saura, el último esteta, viaja tanto que ya no se lo ve y murió Carlitos Berlanga, llevándose consigo lo último de la movida, ya quieta.
Camino por Cuchilleros, como tantas otras veces, y me detengo sospechosamente en un bar bien conocido, entro, sin saber por que. Me siento en la barra, vieja costumbre de soledad, y el cantinero me dice: - ¿Lo de siempre doc?- Claro-, respondí, siguiendo el juego de pretendida naturalidad, - Parece que va a llover, ¿trajo paraguas?- No, por mojarse nadie se ha muerto.- Pero sí se constipan-. Así hasta que dejó de llover, me despedí como siempre, hasta luego.
Uno cree con una ingenuidad casi infantil, no tener ni dejar arraigo, ser evanescente, sin embargo uno va dejando huellas por doquier, sin quererlo. Insospechadamente se encuentran señales de nuestro paso por la existencia, del mismo modo que se reconocen en uno rastros de los otros, de los demás. Las estelas están en todo, las que dejamos y las que nos dejan. Que difícil resulta llegar a un lugar, casi tanto como irse.

¿Para qué es oro el tiempo más que para verlo pasar acariciándolo?
Camilo José Cela

Salut !!

viernes, junio 10, 2005

Pensar

Hay que instalar en el terreno de lo moralmente aceptable la importancia del hecho de no entender. Hoy todo el mundo entiende todo, me niego a eso, vivo rodeado de Argentinólogos, Mejicanólogos, Europeólogos, etc.; Habiendo tanto iluminado suelto, cuesta creer que el mundo esté como está.
No entender nos da derecho a exigir explicaciones.
El presente, que tiene ganas y fuerza de totalidad, requiere de suma atención, de sensibilidad momentánea, la transformación se puede producir en un instante y puede ser definitiva.
La prosa periodística pretende la inmediatez, buscando obtener una respuesta rápida sobre el presente y una intervención explícita sobre la realidad, quizá confiando demasiado en que lo que se escribe velozmente se olvida velozmente, es literatura perecedera, con fecha de vencimiento.
El periodismo, que es mirar, se vuelve provocador en el peor de los sentidos, en simple petardismo, ni siquiera alcanza la breve luz de los fuegos de artificio. No hay distancia, y ésta es necesaria para evitar la distorsión y, sin especulaciones, dar real dimensión a los acontecimientos.
Hay una doble corriente artificial que lleva a creer en la imprescindibilidad de la opinión formada. Cualquier transeúnte, desprevenido o no, se ve interpelado por un supuesto periodista y, sin titubear, opina alegremente sobre la filosofía de Kierkegaard, el desarrollo económico de los pueblos esquimales, las condiciones de Valdano como DT de fútbol o la distancia de la tierra a la luna, medida en botellas de cerveza.
En la vorágine propagadora no se introduce una diferenciación comparativa ni espacial. Hay cosas que a simple vista no se nos aparecen como importantes, sin embargo lo son, o terminan siéndolo.
Es una obstinada necesidad paranoica de sincronía con la realidad aparente, evitando el anclaje real. No retener de la realidad más que la apariencia inmediata es traicionarla, y sucumbir ante la ilusión, aunque se disfrace de “realismo”, desvirtuando la interpretación, que en el mejor de los casos (el peor) transforma a todo en una simple ratificación de los hechos, con una visión muy poco crítica, es más, dependiente.
Son actitudes que, en su dinámica sumisa, liquidan a la reflexión, categorizando arbitrariamente un presente siempre fragmentado, dotándolo extravagante o dirigidamente de interpretaciones, cuando no capciosas, al menos esotéricas.
Reivindico para mí, como secreto homenaje a la inteligencia, concelebrar el ejercicio de la creatividad aplicando el don diferenciador del ser humano.
No entender, no es desentenderse, es pensar y reflexionar, es buscar entender.
No entender no es inacción, es acción hacia adentro.
No entender también es compromiso, compromiso auténtico.
La reflexión también, por fuerza, deberá ser fragmentada, para luego poder enmarcarla en un contexto de conjunto, de situación global.
No entender es buscar comprender, se comprende la intención, la tendencia, el espíritu, las sutilezas, una serie, un sistema, un plan, todo lo que hay detrás de lo evidente, del sentido ordinario de las cosas. Abrazar la totalidad de las ideas. No dejarse imponer paradigmas prefabricados.
En esta sociedad plagada de síndicos de la verdad, busquemos un espacio para pensar y recapacitar sobre lo que nos rodea.
Estas posturas, para la persona alerta, se inmolan en la insensatez de asegurar que no hay margen para más verdad que la que exponen.
El último libro de Oriana Falaci es una clara muestra de los efectos de la polarización, en este caso entre oriente y occidente, apoyada en episodios sentimentalmente fuertes (el 11-S), respondiendo con más pasión, confundiendo y generando odios, apagando fuego con gasolina.
La fuerza emocional es, siempre, golpe bajo, como cuando una mujer llora en una discusión, se acaban los argumentos y sobreviene el letargo del intelecto.

“La Grecia que prefería las preguntas a las respuestas, porque en las preguntas hay belleza. El que pregunta es un buscador de asombros, el que responde es un abastecedor de certezas, y la certeza tal vez sea la asesina del pensamiento.”
Dalmiro Sáenz

Salut!!

sábado, junio 04, 2005

Week End

Ahora que todo es pasado, quise ir a Cap Ferrat por un par de días. El mar me recuerda un tiempo especial de felicidad.
Llegué en un auto alquilado, me gusta llegar al amanecer, una hora en que nada es concreto, la promesa de la imprecisión. Sobre la carretera, desde arriba, filtrado apenas por la bruma, la ciudad desmenuzada frente al mar, todo estaba entre lo blanco, lo rojo y lo azul; Viejas casas, herrumbrados hoteles, arena, piedra, mar y cielo. Noté que era otoño, otra vez.
Sí, yo sabía que iba a ser diferente, sin embargo, en ciertas esquinas, verifico que lo que fue, insiste en existir, no claudica.
Por la calle sólo se ven turistas a punto de aburrirse, hombres ya retirados y mujeres más cerca del estrógeno que de la progesterona.
Camino y me demoro sospechosamente frente a una casa con la puerta firmemente cerrada a mi paso.
Vine a buscar algo, algo que una vez tuve y perdí, algo elemental, en realidad, es algo que poseo y no puedo encontrar.
Vivir es traicionarse, he traicionado al joven que soñó en este lugar.
Tenía 20 años, una etapa difícil, confusa. No tenía la valentía para hacerme cargo de mi vida. Ser responsables de nuestras vidas es rodearnos de la gente y de las cosas que uno elige, rodearnos de las cosas que realmente nos hacen felices. Ser libres
En esta playa la conocí, en esta playa la amé, en esta playa la dejé.
Regresé para recordar sentimientos.
Desde mi ventana, en el hotel, veo un viejo árbol conocido, desde el grueso tronco central suben ramas retorcidas, que derivan en otras más angostas, pero igual de largas, sobre una en particular a veces veo un gorrión, a veces un vendedor de arte de Estrasburgo, a veces un búho, a veces una mujer desnuda, a un fakir en bicicleta, etc..
No sé si soy un cretino o un sordo, estoy en la playa, y, como en las películas, no escucho las necesarias gaviotas, escucho silencio.
Me saco los mocasines, siento la arena tibia bajo mis pies. Veo el dolor que había en sus ojos, dolor que yo provoqué. Empecé a escuchar algo, no sé si era un grito o un susurro de soledad.
Me amaba ciega, locamente, como sólo una adolescente puede amar.
¿Cuál habrá sido mi miedo? Quizá perder algo que poco tiempo después habría de perder. La cobardía se niega al olvido.
Sin arrepentimiento me digo, me repito.
No la vi llorar, sólo nos abrazamos. Era una mujer de rara honestidad, cabal, jamás me hizo sentir presión alguna, nunca mas volví a saber de ella, quizá nunca vuelva a verla, pero su imagen, el fulgor de su mirada, el reír sonoro, ilumina mi recuerdo con una gozosa tristeza.
Nunca le des la espalda a alguien que te ama.
Es curioso, soñaba con algo exótico, y lo único que tengo es la colección de un turista playero: un caparazon de caracol abierto, unido por uno de sus lados, completamente vacío.

“le mer, tojours recommence”
Paul Valerie

SALUT!!